Cuadro San Miguel
Un poco de historia
El cuadro de San Miguel es la segunda joya artística de Abengibre, tras la vajilla ibérica. Procede de la colección privada del Marqués de Aracena desde donde pasó a manos de D. Miguel Soriano Carrasco, quien lo donó al pueblo de Abengibre en los años 70, con la intención de que sirviera de aval si alguna vez ocurría alguna desgracia.
Tras su donación, fue instalado en la Capilla del Bautismo de la Iglesia Parroquial de la localidad, donde desgraciadamente no podía apreciarse como debiera y, aprovechando las mejoras durante la instalación del retablo, se trasladó a la parte izquierda del Altar Mayor.
Un lienzo del tenebrismo naturalista
Se trata de un óleo sobre lienzo en el que se muestra un San Miguel triunfante ante el demonio, realizado entre los siglos XVII y XVIII. Sobre un horizonte bajo, lejano y oscuro, propio del tenebrismo naturalista de la época, aparece el arcángel vestido con una túnica ocre hasta las rodillas bajo la cual se deja ver una fina gasa blanca, cuyo movimiento nos demuestra la gran maestría del pintor en el tratamiento de los paños.
San Miguel sin demonio
Su pecho está cubierto por una coraza de metal con apliques dorados en la que el collarín y las hombreras han sido sustituidas por gasas que se recogen con un broche redondo de manera semejante a como lo hace en las calzas de cuero, quitando así dureza a la imagen.
Con la mano derecha empuña una espada de larga y fina hoja, sin guarnición, cuya cruz retoma la forma y decoración propia de los alfanjes islámicos, con los gavilanes enrollados a modo de roleos.
Reforzando el carácter defensivo, con la mano izquierda sujeta un escudo ovalado, cuyo corazón está formado por un anulete y un ristre puntiagudo, en el que puede leerse la divisa «QUIEN COMO DIOS». Una especie de yelmo o bacinete con airón de tres plumas cubre una larga cabellera de pelo rizado.
Completa su vestimenta una sedosa capa roja que hondea al viento justo sobre sus alas.
La composición del cuadro
La espada de San Miguel
Normalmente la espada acompaña a San Miguel en sus acciones: aparece siempre desenvainada simbolizando su papel como adalid de Dios, ya que le fue concedida como instrumento de justicia y así, aparece alzada si está amenazando, clavada si está matando al demonio, indicando al infinito si lo está expulsando, y, en este caso, señalando a sus pies, hacia el suelo, porque ya libró la batalla final contra el Demonio y allí es dónde le mandó, debajo del mundo, al Infierno, de ahí su actitud triunfante y su expresión satisfecha y serena.
Una postura triunfal de gran fuerza expresiva
Se trata de una entrada triunfal que muestra un San Miguel orgulloso de haber vencido al demonio, al que ha relegado a los infiernos, justo bajo su espada; pero al mismo tiempo, su rostro lo hace humilde, sencillo y sereno.
Es una presencia fuerte y emotiva que pretende impresionar las miradas perplejas de los fieles, intentando resaltar la fortaleza y el poder del Capitán Celestial. Todo ello a través de un movimiento contenido, totalmente clasicista, que no se rompe en pos de una contorsión brusca y forzada o de un movimiento exagerado o violento como el de las puras formas barrocas, pero que del mismo modo expresa grandes sentimientos.
Esta «fuerza expresiva» viene marcada por el efecto de sus vestiduras al aire, las alas extendidas y su mirada, una mirada segura, mas una mirada de mujer. Su autor, consciente de la fuerza penetrante de una mirada femenina y en consonancia con el gusto barroco por la naturalidad, debió utilizar a una mujer como modelo de la imagen, plasmando una mirada pícara que te hace cómplice de sus pensamientos.
Una belleza dulce, tranquila, casi femenina
Así, el Arcángel muestra una belleza suave, delicada, dulce, tranquila, de gran paz interior, una belleza que busca el valor por sí misma, independientemente del sexo, una belleza asexuada que consigue un misterioso idealismo cercano al de Leonardo da Vinci.
San Miguel se encuentra representado con todos los atributos que le son propios y que ayudarán a los fieles en la lectura de la obra: el manto rojo lo designa como Hijo de Dios y, además, según el Apocalipsis, este color es el símbolo de la guerra como instrumento de justicia divina; la espada afilada, la armadura simbolizan el Bien que ha conseguido vencer en el combate a las fuerzas del mal encabezadas por Lucifer; el escudo es el símbolo de la protección de las almas de los fieles; el color encarnado de la piel y la blancura de las gasas muestran la blancura de su alma; y su divisa en el escudo: «Quién como Dios», la traducción de su nombre, Miguel, el que es como Dios.